PAPEL DE LO SIMBÓLICO EN EDUCACIÓN

lunes, 24 de agosto de 2009

Cuando un fenómeno es designado con una palabra, se define un significado particular para él. Para cualquier oyente, a partir de entonces, el fenómeno no significa más que lo que la palabra indica. A veces, a modo de ejercicio, las personas se preguntan por qué tal cosa se llama de tal modo, quedando sin resolver el enigma. El presente trabajo tampoco responderá dicha pregunta, pues para efectos prácticos, lo que interesa es comprender el papel del significante en las relaciones entre las personas y, en particular, en el ámbito de la educación.
A veces, el significado atribuido a un fenómeno, está contenido más en la entonación con que se nombra, que en la palabra propiamente tal, “¡el primer año B!”. Dicho con la entonación justa, el significado fluye solo, es decir: “curso problema”.
Aunque se puede concluir que en la descripción de un fenómeno confluyen el signo y la entonación, hay palabras que, por sí solas, despiertan un significado específico, válido, ciertamente, para un cierto grupo de referencia.
Tomando las palabras de un profesor de psicoanálisis argentino, experto en Lacan, psicoanalista francés, que conjuga con gran inteligencia el psicoanálisis con la lingüística, cabe hacer mención de un cuento de Borges, que usa en una de sus clases para explicar la fuerza del significante en la percepción y en la conducta de las personas. El texto cuenta que en una batalla entre dos regimientos enemigos, uno de ellos mandó traer jaulas con leones para atacar al ejército enemigo. En el momento del enfrentamiento el capitán ordenó soltar a los animales, estos, dirigidos por un sagaz comandante, ordenó a los soldados atacar con palos a los perros que había soltado el enemigo, reduciéndolos a golpes, pudiendo, acto seguido, invadir el campo contrario y ganar la batalla.

El planteamiento de Lacan es que un fenómeno no existe si no hasta que una palabra lo designa, y que una vez designado y representado por un símbolo, se define un significado, capaz de de ser reconocido por cualquiera que pertenezca al grupo o cultura de referencia.
Cuando se trata de un sujeto, el símbolo que lo representa ciertamente lo determina. “Ah!, el veneno…”, “el callado”, “el pesado”, etc. Del mismo modo, la designación de un grupo de estudiantes como un curso disruptivo, no solo influye en la percepción que se tiene del grupo, sino que además impone expectativas, que el grupo, inconscientemente hace suyas, generando el comportamiento correspondiente.
Con el fin de dar un cauce operativo a este saber, importa centrar el análisis más en la percepción del fenómeno, determinada por el significante, símbolo o palabra que lo representa, que en el juego de expectativas que genera dicha designación en el propio fenómeno. Como hace el comandante del ejército atacado, que si hubiese nombrado a los animales como leones, sus soldados habrían sido consumidos por el miedo primero, y por los leones luego.
El lenguaje es una cárcel, por cuanto todo fenómeno representado por un símbolo queda sometido a una estructura que le otorga un significado particular, no pudiendo escapar de él, so pena de entrar en la psicosis.
Complejo dilema para el educador, que es un prisionero más del lenguaje. ¿Cómo escapar al símbolo que se interpone entre su percepción y el fenómeno, como ver un significado distinto al símbolo “primer año B”, si ya se estableció una relación significante significado nefasta?
Pero, “primer año B”, es sólo una designación del fenómeno, entre muchas otras. Ellos también son, “alumnos del colegio cualquiera”, una “nueva generación de estudiantes”, los “forjadores del futuro”, “hijos ilustres de tal lugar”, el “orgullo de sus padres”, “adolescentes en búsqueda de una identidad”, “seres en formación”, etc.
¿Qué tal si en lugar de nombrárseles leones se les nombra perros…?

Fernando Honorato Basualto
Psicólogo Universidad de Chile
fdohonorato@hotmail.com

1 comentarios:

CRA Centro Educacional Asunción-sol dijo...

en muchas formas utilizamos y centramos nuestra práctica en conceptos que ni siquiera manejamos pero usamos y abusamos de ellos, olvidando un aspecto central que es el ámbito afectivo, aquí se refleja el gran poder que posee el lenguaje y la palabra, aquella que ya no usamos, aquella que ya no prácticamos, comparto el tema de los fenómenos, el pensamiento de Gianni Rodari pedagogo italiano reflexióna d sobre ello de esta forma "Una piedra arrojada a un estanque provoca ondas concéntricas que se expanden sobre su superficie, afectando su movimiento, a distancias variadas, con diversos efectos, a la ninfa y a la caña, al barquito de papel y a la canoa del pescador. Objetos que estaban cada uno por su lado, en su paz o en su sueño, son como llamados a la vida, obligados a reaccionar, a entrar en relación entre sí. Otros movimientos invisibles se propagan hacia el fondo, en todas direcciones, mientras la piedra se precipita removiendo algas, asustando peces, causando siempre nuevas agitaciones moleculares. Cuando toca fondo, agita el lodo, golpea los objetos que yacían olvidados, algunos de los cuales son desenterrados, otros a su vez son tapados por la arena. Innumerables acontecimientos, o miniacontecimientos, se suceden en un tiempo brevísimo.
Quizás ni aún teniendo el tiempo y las ganas necesarios sería posible registrarlos, sin omisión, en su totalidad.
Igualmente una palabra, lanzada al azar en la mente, produce ondas superficiales y profundas, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, implicando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, complicándolo el hecho de que la misma mente no asiste pasiva a la representación, sino que interviene continuamente para aceptar y rechazar, ligar y censurar, construir y destruir."

 
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